Hace un mes estaba yendo a Tres Cruces para tomar un ómnibus a las siete y media de la mañana. Iba sin valija porque el viaje sería de tres días, así que solo llevaba mochila y morral, ambos a tope.
Mientras esperaba un 7A en la parada de Camino Maldonado vi una planta tirada a unos metros del contenedor y me dio lástima. Pensé llevarla a Valizas, pero era espinosa y yo no andaba con bolsas adecuadas, así que me propuse rescatarla a la vuelta, si para entonces nadie se le había apiadado. No es que me muriera por tenerla, es que era un ser vivo abandonado y yo podía darle asilo. No me pasa con las personas ni con los perros, pero con gatos y plantas la racionalidad desaparece y sale de adentro la rescatadora.
Una rescatadora un tanto desaprensiva, porque recién a las dos semanas me vino un día la imagen de la planta tirada al borde del cordón de la vereda, junto a una columna: me la había olvidado. Pero el recuerdo me vino de noche, y así como llegó se volvió a ir. Hace una semana, una noche que me iba a encontrar con mis amigas, volví a verla: seguía en el mismo lado, un tanto descolorida pero aún con verde. Y la volví a olvidar hasta ayer, que me puse un recordatorio en el reloj para ir a buscarla hoy a primera hora de la mañana.
Y aquí está. La estoy activando un rato en agua a ver si despierta, y después la voy a pasar al costado de mi casa, junto a uno de los aloes. En teoría no es mi terreno pero la cooperativa no se mete con la franja del costado, donde ya he metido malvones y aloes sin el menor diseño.
¿Será que ahora soy la loca de las plantas y los gatos? ¿Así es como una se va metiendo en la tercera edad? No, estimados, no es así, salvo que este sea un proceso que abarque la vida entera, porque yo me metí en este baile a los siete u ocho años, cuando mi vieja me contagió el amor por los felinos y mi tía Ester por las plantas.
¿Y ustedes? ¿Cuál es el amor que los lleva a realizar pequeños gestos como el de caminar dos cuadras para tratar de rescatar a una plantita? ¿Pueden rastrear el origen lejano de sus gustos? La cocina, el arte, el trabajo social, la ecología... ¿hasta qué punto son decisiones independientes, y qué tanto nos vienen de un referente adulto, alguien que un día nos prestó un poquito de luz para que empezáramos a encender las propias?
Feliz domingo. Si saben tips para que esta planta viva, bienvenidos, y si la quieren avisen, ¿eh? Que acá los hallazgos se comparten. Buenos días.
La mayor parte de la gente con la que he hablado está harta del tema de los Andes, y no va a ver la película. "¿Siguen robando con el tema? Detesto a la gente que se dedica a dar cursitos de autoayuda. No eran más que unos chetos de Carrasco".
Yo qué sé.
A mí la película me mantuvo en vilo y es más, no la pude ver de una vez. Demasiado dura, por más que ya haya visto la del 93´y que haya leído dos o tres de los libros que se hicieron sobre el tema. También me acuerdo de la alegría de la gente cuando los encontraron (yo tenía cinco años) y tengo la imagen grabada de la primera entrevista que dieron a la hora del informativo, puro esqueletos con ojos y pieles estiradas. Como todo uruguayo, he escuchado historias sotto voce que vaya a saber si son ciertas. He visto a los más mediáticos reaparecer una y otra vez en programas de radio y de tele. Y aún así, la historia me espanta y emociona.
No me importa quiénes fueron ni quiénes son hoy, ni si la droga, si los rugbiers, si almorzaron con Mirtha Legrand o si son de derecha. Es una historia épica de supervivencia, no me parece que verla demasiado de cerca aporte nada.
Tampoco aporta mi opinión, pero ya saben cómo soy: si no le meto palabras, me complica. Y además quería contarles que uno de los actores es ex alumno del IAVA. Creo que lo mandé a examen, porque faltaba mucho y estudiaba poco. Cada cual tiene sus propias cordilleras y sus destinos imprevisibles.
Y acá estamos.
Soy una persona detallista y observadora. Toda la vida me la he pasado buscando. He buscado caracoles, ágatas, frutos secos, semillas traídas por el mar, fósiles, huesos, hongos.
A esta piedra no le habría dedicado una segunda mirada, pero acá (en el fascinante mundo de la ciencia por redes, así que tómenlo con pinzas) dicen que se trata de un disco tallado cuidadosamente hace 2400 años, consignando 29 puntos concretos en el cielo estrellado. Sería el mapa celeste más antiguo conocido hasta ahora y lo encontraron en Trieste, Italia, cerca de otro hallazgo parecido, pero esa vez en bronce.
La piedra registra 28 puntos identificables y uno misterioso, que se teoriza que pudo corresponder a una "supernova fallida", algo que apareció y dejó de estar, en cuyo lugar hoy debería haber un agujero negro.
¿Cuánta cosa debe andar por ahí, inadvertida, que contenga información valiosa sobre nuestro planeta, el pasado de la especie o una profecía de futuro? ¿Cuánto habremos destruido sin enterarnos siquiera? Y mientras tanto una acá, dejándose deslizar por las vacaciones.
Sucedió.
El regreso a mi casa y a mi vida del hombre que no pensé volver a ver por mucho tiempo. Ayer de mañana me di cuenta de que lo necesitaba pero traté de hacer oídos sordos a la razón y borrar el tema de mi cabeza. Hoy me lo crucé en el barrio y ya no fue cuestión de seguir disimulando.
_ Che... Me parece que tengo una pérdida bajo la pileta del baño.
_ Bueno, en un rato voy para ahí. ¿Vos vas a estar?
_ Sí.
Y acá estoy, esperando al sanitario.
2024... ¿No era que tú ibas a ser diferente?
Promesas vanas de Año Nuevo (y yo que me creo todo).
Si a mis diez o doce años alguien me hubiera preguntado por mi escritor favorito yo habría dicho sin sombra de dudas el nombre de Mark Twain. Las aventuras de Tom Sawyer y las de Huckleberry Finn, Príncipe y mendigo y Un yanqui en la corte del rey Arturo no solo me habían gustado sino que las tenía releídas varias veces, especialmente las dos primeras novelas, que conocí en los libritos rojos de papel biblia de la editorial Crisol. Las otras pertenecían a los amarillos de tapas duras de la colección Ben Hur y convivían en la biblioteca de mi casa de la infancia con El Corsario Negro, Los hijos del faraón y El último mohicano, entre otras. Después leí El diario de Adán y Eva, y me gustó, aunque ya sin el fanatismo de la pre adolescencia, y lo mismo las narraciones sueltas que he ido leyendo de vez en cuando.
El año pasado, en la Feria del libro, me encontré con la sorpresa de un Twain que nunca había visto: 44. Pensé que sería una recopilación de artículos o de cartas, pero no: era una novela. De inmediato me la llevé a Valizas y la empecé, pero no pasé de unas pocas páginas. Ahora acabo de devorarla.
"44" (en la edición castellana: "El forastero misterioso") es un libro raro. Un libro que al autor le llevó 13 años (cuando a los demás los hizo en seis meses), que dejó terminado en 1908 pero inédito (porque su final coincidió con la muerte de una de sus hijas, en tanto la otra, Clara, se hacia ciencióloga). Es esta última la que, tras la muerte del escritor en 1910, se encargó de editarlo con ayuda de su albacea. Casi medio siglo después saltó que entre Clara, el albacea y un editor religioso habían cambiado el texto para hacerlo "menos profano", eliminando la cuarta parte e incluso inventando un personaje sobre el cual recaía el peso de las acciones oscuras que aparecen en la novela.
In-cre-í-ble.
E increíble es el libro mismo. Una historia ambientada en la Austria de comienzos del Renacimiento, en un castillo donde funciona una imprenta, historia que con toda naturalidad se va resbalando hacia un surrealismo fusionado con profundas disquisiciones sobre el ser humano, la existencia, los límites de la realidad y la apariencia, entre otros temas.
La novela fue publicada con un texto cercano al original hace más de medio siglo, como parte de un proyecto de la Universidad de California, pero no fue hasta hace unos años que alcanzó difusión más allá de los círculos académicos de su país. Si ven esta edición (que es de 2018) el prólogo de Juan Forn es otra joyita.
"Mark Twain es un hombre hecho de partes, pero no todas corresponden al mismo rompecabezas", declaró el escritor alguna vez. Yo no puedo creer que a esta altura de la vida me caiga una pieza nueva.
2024 empieza bien.
Montevideo a veces duele. Otras, maravilla.
El ex zoo devenido en parque resultó ser un lugar increíble. Los espacios verdes, el jardinado, el arte y la memoria entretejidos en una obra pensada desde el respeto y el amor por la gente. Hay zonas de juegos infantiles, fotogalerías a cielo abierto, esculturas, cerámicas, espacios deportivos, infinidad de bancos y zonas de picnic…
Los pavos reales son los dueños del paisaje, pero también andan libremente por ahí garzas y otras aves grandes, amén de los habituales tordos, gorriones y cotorras. Los bichos que quedan del zoológico (casi todos autóctonos -excepto coatíes y papagayos) están en recintos grandes y arbolados, sin rejas (salvo la jaula enorme de los loros y los carpinchos). Ninguno vive solo. Todos parecen contentos.
Recorrí el predio sin apuro, como corresponde a quien tiene un par de horas entre un examen ocular y el siguiente. Charlé con un conocido y varios extraños, y todos coincidimos en la alegría por este espacio (gratuito) para agregar a la lista de atractivos de Montevideo.
¿Ustedes creen que voy a terminar esta publicación haciendo alusión a la Intendencia, Cosse, el Frente Amplio? ¿Les parece que hace falta?
Vayan. Si no son frenteamplistas también: hagan a un lado sus preconceptos y vayan. Con o sin niños, hasta las 20.30. Claro que no es un paseo efímero y pueden ir todo el año, pero no dejen de hacerlo (y después me cuentan).
¿Qué mejor que empezar el año en manos de doctores?
No, no tomé demasiado (en verdad: nada). No me excedí con la carne (cero). No bailé hasta la madrugada con el consiguiente daño sobre mis huesos y músculos del siglo pasado (a lo sumo caminé media cuadra entre mi casa y la de mis viejos). Solo tengo un poco de presión ocular y me están haciendo un examen que se divide en cuatro partes durante todo el día, a más o menos una parte cada cuatro horas.
El examen consiste en que me ponen unas gotas amarillas en cada ojo y después miden algo con un aparato de luz azulada. Pensé que iba a quedar medio cegatona pero no; el efecto de la anestesia pasa en segundos y el examen en sí no lleva cinco minutos.
El único tema es que vivo lejos de la clínica, que queda en Av. Italia y Luis A. de H. Ya sopesé todas las posibilidades de cosas para hacer que queden a una distancia relativamente caminable, a saber:
* ir a la playa
*conocer el nuevo Villa Dolores
* tomar un moka
* caminar
* ir a Divino y ver si hay algo que me convenza para el living
* aprovechar a hacer mandados
* leer algo, hacer una crónica, cambiar el mundo
No sé.
Algo me dice que voy a volver a mi casa las cuatro veces pues enero, verano y esas cosas. Todo para no pensar en la presión ocular y sus implicancias. No pienso, no pienso, no pienso, palabras, palabras, palabras, la la la.
Y así.
Año Nuevo con padres, a esta altura de mi vida, es un privilegio. Las selfies aún no me salen muy bien, especialmente cuando mi vieja ya está a punto de atacar los canelones caseros con verduras de la huerta que preparó esta mañana. La segunda foto es de uno de los adornos que (por ser la “alta” de la familia -1.64, si no me empecé a achicar) me tocó acomodar hoy en la repisa de la ventana del living (como se ve en la foto de ellos mirando la tele, donde había un cantor de folklore que les gusta). Es una cajita de porcelana que me trae recuerdos de infancia pero que hoy me enteré que viene de más atrás:
_Eso me lo regaló el Cele antes de casarnos. Es un alhajerito. - dice mi vieja, entre el montón de historias nuevas y viejas con que ameniza el almuerzo.
De tarde los dos se aburren y vienen un rato a casa, donde les muestro los arreglos de galpón y jardín de la jornada. Eran las siete de la tarde pero mi viejo quería venir con linterna, por si los agarraba la noche. Evidentemente, sigue viviendo en la laguna (o quién sabe dónde).
Claros y oscuros del primero de enero, estimados. Como siempre.