La poda del hibisco
La fecha de hoy estaba fijada para podar en lo de mis viejos desde hace al menos un par de semanas:
_ Tiene que ser el martes 18, que es luna nueva. -dijo mi madre-Porque yo tengo que sacarle las ramas que tapan el sol del dormitorio, pero en verano quiero que nos haga sombra. Si lo podamos en luna nueva después él va a venir precioso.
_ Bueno, como quieras, pero no lo tales, ¿eh? Solo las ramas más gruesas, nada de dejarlo puro tronco, que los árboles sin hojas no pueden respirar.
_ No, no, le sacamos las ramas más espesas. Pero tiene que ser en luna nueva.
Hoy al mediodía, mientras yo estaba pintando las paredes de mi casa de amarillo, salmón y anaranjado, pasaron mis padres a avisarme que a eso de las tres iban a empezar la poda. Eran como las once y media, el tiempo me dio para terminar de tapar los arreglos que el sanitario había dejado revocados pero sin color, darle una mano de blanco al baño y hasta lavar las cortinas del living, porque ya se sabe que en cuestiones de la casa una empieza pero no termina.
Dos de la tarde: corto las tareas de albañil para preparar el almuerzo, cuando suena el teléfono. Mi vieja.
_ Nosotros ya estamos empezando a podar el hibisco; si querés venir a mirar, estamos trabajando en el frente...
_ Pe... pero dijiste a las tres; yo ahora recién arranco a cocinar... Voy en un rato. Y no voy a mirar, sino a podar; vos no hagas esfuerzo, que después te sentís mal.
_ Bueno, vení cuando quieras.
Al rato saco del galpón una vieja sierra de mi padre y otra pequeña, nuevita, que compré el año pasado ya ni sé para qué cosa. Camino la media cuadra que separa nuestras casas cual extraño psicópata con el buzo del revés (porque me lo había puesto así para no mancharlo de pintura), un par de sierras en una mano y el celular y las llaves en la otra. Mi viejo estaba sentado de lo más tranquilo en una silla plegable, mientras mi madre se ocupaba afanosamente en serruchar una rama.
_ ¡Te dije que no hicieras esfuerzo!
_ Es que con tu padre no puedo contar... Tira todo por cualquier lado, no entiende nada...
_ Vos ya sabés cómo son las cosas... Sentate con él, andá, que yo podo lo que falta.
Pero no solo ella no se fue a sentar, sino que con mi llegada el viejo pareció activarse y se me paró al lado, repitiendo cada cinco minutos la misma frase:
_ Yo creo que lo podríamos ir dejando por acá... O nos vamos a quedar sin sombra.
_ Ya va a haber sombra en el verano, Cele, ahora lo que queremos es que entre un poco de sol.
"Bien que te gustaba dejar todos los árboles sin hojas cuando podabas en la laguna", pensé, pero obviamente me quedé en silencio.
Mi sierrita nueva era espectacular: el montón de ramas en la vereda empezó a crecer y crecer, en tanto algunos tibios rayos de sol empezaban a colarse por las ventanas de los dormitorios del frente. El Cele entonces encontró otro motivo de obsesión:
_ ¿Y qué vamos a hacer con todas esas ramas?
_ Las vamos a tirar, no te preocupes.
Dos minutos.
_ ¿Y qué vamos a hacer con todas esas ramas?
_ Las vamos a tirar.
Tres minutos.
_ ¿Y qué vamos a hacer con todas esas ramas?
_ En un rato las vamos a tirar.
Un minuto.
_ ¿Y qué vamos a hacer con todas esas ramas?
_ Las vamos a tirar, no te preocupes.
A la duodécima vez voy a la cocina, donde mi vieja le estaba dando de comer a un gato.
_ Tenemos que sacarle esas ramas de la vista o nos va a enloquecer.
_ Traelas para el fondo, las tiramos atrás del muro.
"Atrás del muro" es un espacio que es y no es de la casa, un par de metros de terreno que quedó mal en los planos y ahora es usado por los dueños de cada casa, aunque casi nadie hace nada, porque la tierra es mala y prácticamente no conoce el sol.
_ Es bravo tu padre. -dice mi vieja, acomodando en el espacio del fondo las últimas ramas- Cuando se le da con algo puede seguir así hasta la noche. Después aparece otra cosa, y se le pasa.
_ Y tené en cuenta que esto va a empeorar... -comento, mientras trato de acariciar a uno de los gatos sin dueño que rondan por el fondo en procura de comida.
El gato me mira, maúlla, pero no me deja.
_ Hay días que está bien, pero otros... Ayer, por ejemplo, me arrancó un tomate de esos que yo cuido de las hormigas, y se puso a jugar a la pelota con el Gatón. Cuando le dije que no hiciera eso me contestó que para qué iba a querer yo una de esas pelotas verdes, que no sirven para nada.
_ Bueno, hacé lo que puedas, y tratá de no amargarte. Después cuando se sequen esas ramas vemos lo que hacer con ellas. Capaz que las podemos quemar en el parrillero. Ahora me voy a tirar las dos bolsas con hojitas que saqué de la vereda.
Voy al contenedor de la otra cuadra y vuelvo a buscar mi teléfono y las llaves. El Cele está sentado en la misma sillita de hace un rato. Me mira con dulzura.
_ ¡Hola, Mariela! ¿Viniste a visitarnos?
_ Sí... Paso un ratito, a ver cómo andan los gatos...
MI madre desde la cocina me mira y no dice nada. Yo tomo mis cosas y camino la media cuadra con el cerebro en blanco. A veces es saludable dejar de pensar por un rato. Solo por un rato.
Si estoy en casa y no corrijo escritos me gusta escuchar (a veces ver) radios argentinas. Vernaci, Perros de la calle, Mengolini, la Pichot, entre otros. Ahí se despliega un mundo semejante y distinto al nuestro, a través de las voces de un país infinitamente más agrietado, donde la violencia puede llevar a que un hombre apuñale al amigo con el que estaba jugando al truco porque en vez de "quiero" dijo "dale" (de verdad).
Hoy en particular me enteré del destino de la estatua de Gaturro en Buenos Aires. La segunda, porque a la primera ya la habían vandalizado, hecho que hizo que esta vez el personaje en cuestión fuera encerrado tras unas vallas (medio de morondanga, también hay que decirlo), en tanto a poca distancia de él Mafalda, el Eternauta y Clemente están de lo más tranquilos e impolutos, recibiendo a la gente que viene a sacarse fotos con sus personajes queridos.
Es que Nik (el autor) ha robado ideas, diálogos y dibujos a medio mundo, enfrenta juicios internacionales y en general no es querido, razón por la cual el segundo Gaturro terminó enseguida lleno de inscripciones y manchas de pintura, tanto que se decidió sacarlo, a menos de 48 horas de instalado. La retirada se realizó en medio de risas y aplausos en el lugar, donde al poco rato ya los detractores le habían puesto una lápida y hasta un altar con velas.
No justifico el vandalismo en general, y ya sé que todo tiene un trasfondo político, pero me encanta esta cofradía popular que no parece dispuesta a darle espacio a quien roba ideas ajenas junto a los grandes de la historieta. Justicia poética, tal vez. Pobre Gaturro: a mí me caía bien, al principio, pero le tocó un mal creador, y tanto Quino como Oesterheld o Caloi se merecen no tener un copión entre sus filas.
Las personas que me conocen saben que dos por tres bromeo con que no debo ser uruguaya porque no tomo mate, no me gustan las murgas ni el asado, no sé jugar al truco y el fútbol solo me interesa (un poquito) si existe la posibilidad de llegar a ser campeones.
Lo que sí me interesa es la fiesta colectiva, general e irrestricta.
Antes (mucho antes) de empezar a perder la memoria mi viejo me contó que a la final de Maracaná la escuchó por la radio de un vecino. Él tenía diez años y vivía en un suburbio de Melo con sus viejos y once hermanos y hermanas, en medio de una pobreza donde tener una radio habría sido tan impensable como que la comida alcanzara para todos, pero ese día fue una verdadera fiesta. Él pudo haber sido un gurí de canillas flaquitas sosteniendo una bandera como la de la foto; seguramente gritó “Vamo’ Uruguay” al paso de los autos y las bicicletas que se dirigían al centro a festejar, igual que miles de otros gurisitos en cada ciudad y pueblo sorprendidos de repente por la victoria.
Y ustedes, ¿estuvieron alguna vez en un festejo colectivo? Yo recuerdo acompañar una vez a una amiga a celebrar la Copa America, ir a caminar por 18 de Julio la tarde antes de las elecciones del 84’, festejar la primera vez que el Frente ganó la Intendencia y dos de las tres presidencias (porque hubo una en la que trabajé todo el día en una mesa y después de entregar la urna no me quedaba energía ni para agitar la bandera). Y después hay un montón de festejos más chiquitos. ¿Cuándo sintieron que estaban en una fiesta colectiva? Y también: ¿cuándo creen que volverán a estarlo?
Hay que ir aprontando el corazón, aunque a veces parece que faltara mucho tiempo (sí, empecé por el fútbol y terminé en noviembre 24’, en fin, así somos algunos: monotemáticos -y soñando con un cambio).
Buenos días.
Dos cosas con respecto al algoritmo:
1. Desde ayer esta red me está bombardeando con imágenes de puntas de flechas y lanzas halladas en diversos Estados de E. Unidos, cosa que me interesa muchísimo pero no recuerdo haber mencionado, likeado ni buscado últimamente. ¿Es que me están leyendo el pensamiento?
2. También me llueven las publicidades de sillones, porque sí, he mirado páginas. ¿Se puede revertir esto, o hay que dejar que vayan cayendo por su peso? Si publico una foto con los viejos sillones y escribo "les presento a los nuevos, son hermosos, los compré ayer", me dejarán de atomizar, o al menos cambiarán de rubro?
Dudas existenciales de viernes al mediodía.
No esperen mucho más, y menos en vacaciones. Es lo que hay.
Ps: igual no compraría puntas de flecha o lanzas, pero ¡qué ganas de ir a buscar! Son de piedra, coloridas, hermosas. ¿Serán de verdad?
Escucho en la radio algo sobre Victoria Beckham y la periodista comenta que ella hace años que adoptó el nombre del marido y ahora "se autopercibe Beckham".
Cosa rara esta de aceptar de repente el cambio de identidad como consecuencia de un trámite administrativo, aplicable solamente a las mujeres. Como si al casarte el pater familias original le pasara la posta al nuevo, escenificándolo con una entrega en mano durante la ceremonia y simbolizado con un anillo parecido a los grilletes que les ponían a los esclavos para que no soñaran con escaparse. Tradiciones que heredamos (y a veces elegimos no incorporar) sin demasiado razonamiento.
MI vieja toda la vida firmó con la inicial de su apellido y el "de" del del de mi padre. Era como un orgullo, supongo, igual que la alianza, que solo se sacó una vez que hubo un accidente casero y tuvimos que limar el metal para liberarle el dedo.
Yo entiendo que el amor y todo eso, pero el cambio de nombre, la alianza y la ceremonia en general solo vienen tras el trámite, que resulta harto costoso y lento deshacer legalmente. Cuestiones asociadas con la legalidad y las propiedades en común, asumo.
No soy ninguna revolucionaria, de hecho me casé una vez (y aún no me divorcio, aunque nos separamos hace 13 años, porque tanto él como yo somos un tanto lentos para lo administrativo, y además nos llevamos bien y -antes que me lo aconsejen- ya tenemos separación de bienes). No hubo ritual religioso ni entrega de la novia por parte del padre, ni alianzas, ni cambio de apellido (y no es que sea reee fan del Rodríguez, ni que me resulte especialmente un orgullo ser parte del apellido más común a nivel nacional, en fin).
¿A qué voy con todo esto? ¿Cómo a qué voy? Post random de mitad de vacaciones, estimados, mientras espero en mi domicilio a que haga su aparición un hombre con el que no necesito de anillos ni de papeles para sentirme (levemente) esclavizada. Él dice que esta relación se acaba en un par de días pero no sé, no sé. Yo hasta que vea mi baño y cocina terminados no voy a cantar victoria.
Buenos días.
Saludos a la señora Beckham.
No hemos inventado nada: sandalias como estas ("sequere me") usaban las prostitutas en la antigua Roma para que los potenciales clientes pudieran fácilmente ubicarlas, pese a que tenían prohibido usar calzado.
En el derecho romano la prostituta era considerada "turpe persona", lo que tenía una connotación tanto moral como jurídica, al ser por ello despojadas de todo derecho (igual que los actores, gladiadores y bailarinas). Lo que sí tenían eran obligaciones: debían pagar impuestos, inscribirse en el censo y vestir de manera diferente a las matronas decentes.
Proveniente de clases bajas, muchas veces bajo el poder de un hombre (me suena...), de todos modos las prostitutas romanas representaron la rebeldía ante las leyes del mundo masculino, la libertad sexual (en una moral que imponía el sexo solamente por la noche, con la mujer al menos parcialmente vestida) y hasta la posibilidad de beber vino, vedado por la ley a las mujeres.
Cosas que una googlea cuando ve una foto de ojotas y le parece que a ese mensaje ya lo vio en alguna historia.
Hace unos días leí un hilo de tw donde un desconocido decía que le parecía absolutamente ridículo que alguien fuera a Starbucks, que se sentara junto a las ventanas, que los jóvenes usaran sus computadoras a manera de yuppies aspiraciones (onda “wannabe”, que es una expresión que me encanta), que el café es un asco y encima carísimo, que bla bla bla. El posteo tuvo cientos de respuestas, todas concordando con la idea general de malo, malo, snob, feo, caca, pecado, pero de la gente que saca fotos de los vasos con sus nombres no dijeron nada: se les debe haber pasado.
Saludos desde mi moka caliente con leche de almendras.
Firmado: la capitalista.
"Aries
Desde ayer tienen más emociones de las usuales. Notan que cambió para que vuelvan a empezar a partir de mañana."
Emociones de ayer: empezaron las vacaciones.
Emociones de hoy: primer baño con la nueva ducha (espectacular) y (posible, tal vez, quizás, en una de esas) fin de la obra.
Emociones de mañana: ¿limpiar todo y recobrar el aspecto normal de mi casa?
(no sé a qué se referiría la señora del horóscopo, estimados, pero en esta casa por ahora estamos en etapa de emociones domésticas) 😳
Ps: el gato no tiene nada que ver, pero es para que vean la pared remendada del fondo y las huellas de polvo EN TODO).
Ps2: capten el agua con luz en la nueva canilla de la cocina.
Ps3: voy a ver si hoy me saco de encima las pruebas que me faltan. Deséenme suerte.
El IAVA pre vacaciones tiene un clima muy particular. Los escritos de repente se pueblan de dibujitos, algunas estudiantes remarcan la fecha porque coincide con algo de la Taylor (Swift, no la otra) y a última hora de la mañana, mientras con los de Medicina leemos textos de Borges al aire libre, escuchamos a unos compañeros en el piso de abajo con guitarras y entonando a todo pulmón “que hace rato que te extraña mi zamba para olvidar…”
_ Qué raro viene el panorama musical de hoy. -les comento- Ahora cantan un tema de hace cincuenta años y en el recreo pasado vi a varios caminar al almacén de la esquina entonando la Marcha Peronista.
_ A Borges no le gusta esto. -comenta una chica, porque la clase pasada vimos su biografía y dijimos que el escritor había estado enfrentado al peronismo.
Mientras tanto, en el piso de arriba, los futuros ingenieros aprovechan los recreos para repasar Matemática 1 y llenar el pizarrón de jeroglíficos que me declaro incapaz de leer.
El IAVA pre vacaciones tiene un clima muy particular, y al transitar por sus aulas y pasillos queda claro que no todo está perdido (ni mucho menos).
Buenos días.
Docente entrando en Modo Vacaciones en 3…2...
La presentación del último libro de Mauricio Rosencof esta noche en el sótano de Puro Verso fue una de las formas inhabituales de la magia. Con el Numa Moraes musicalizando algunos de sus poemas y con Marcelo Estefanell acercándonos amorosamente a un libro de memoria, conocimiento, ideas y afectos (“los cuatro pilares en la construcción de una persona”), el ruso dejó claro que escribe para que no nos cambien el pasado, para que no aparezcan relatos que pretendan rompernos la memoria, porque eso nos constituye: la memoria de quienes fuimos, la certeza de quienes somos y (especialmente) la seguridad de quienes no queremos ser. “Con la raíz al hombro”, es el último libro de este hombre de 90 años que sigue con la fuerza y lucidez de siempre.
En la presentación hubo anécdotas, por ejemplo de una vez que Rosencof conoció, en un sitio lleno de músicos y escritores, a una piba flaquita que se dedicaba entre otras cosas a hacer limpiezas y que cuando se puso a cantar los dejó a todos de boca abierta (“trasmutó aquello por completo”). Era Mercedes Sosa.
Lindo haberlo vivido pa’ poderlo contar…
Ps: Que nunca falten las amigas, los escritores a quienes una quiere leer y las gomitas de pelo que disimulen los dos kilos de portland que debo tener en las raíces (como en los muebles, los adornos, las bibliotecas, el gato, la piel, la ropa, el piso, las paredes y el 99% de mis neuronas).
Once y media de la mañana en el único grupo que tengo en Ciclo Básico: termino de hacerles una comparación entre el curso y un trencito que sube por un cerro, con dibujo en el pizarrón y todo.
_ Y esa es la historia, pero yo no la inventé: me la contó el profesor de Química cuando yo estaba en tercero, como ustedes.
Nadie atina a decirme que (se supone que) no están en tercero sino en noveno, pero una chica me queda mirando con expresión pensativa, y le pregunto qué pasa.
_ Profe, ¿cuántos años hace de eso?
_ Eh... Como cuarenta.
_ ¡Cuarenta!!! -exclaman varios a la vez. -¿Y entonces qué edad tenés?
_ 56.
_ ¡Profe, no puede ser: sos más vieja que mi abuela, que tiene 54!
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_ Hola, sí, ¿BPS? Es para preguntar una cosita de la jubilación...
El amarillo es el menos mimoso de la cuadra: sube a mis muros, juega (y a veces pelea) con mi gato, busca restos de comida en la ventana aunque se lo ve gordito, y solo de vez en cuando acepta una caricia, a la que no responde.
El mío (que pasa por nominaciones pero sigue siendo “Gato”) se va a lo de mis viejos si se asusta de algún perro, pasa horas en el depósito de hierros de la esquina y sale corriendo a recibirme cuando llego. Le encanta la comida de sobrecito y adora ubicarse encima de lo que hago. Es territorial, ronronea fuerte y es extremadamente pulcro.
La marroncita viene a comer a la ventana del fondo y se cuela un rato a casa cada vez que la dejo. Su dueña está enferma, hace semanas que casi no sale de la cama (lo que nos tiene tristes, porque es una mujer bella por dentro y por fuera, aunque ahora está muy frágil y hace tiempo que no la vemos).
_ Mirá que si la gata les complica en algo yo la puedo cuidar. –le digo hace un rato a uno de los hijos, que me cuenta que en realidad a la señora le hace bien tenerla al lado, y que la ardillita con ella es tranquila y compañera.
_ Hace unos días yo estaba en el patio –dice- y veo que de repente la gata empieza a arañar la ventana desde adentro, pero cuando le abrí no quería salir, y me maullaba insistente, como queriendo decir algo. Cuando entré subió corriendo la escalera y fui atrás de ella: era que mi madre se estaba tratando de levantar de la cama y ella me avisaba, ¿podés creer? ¡Qué cosa los bichos, qué poco sabemos de ellos!
Sabemos poco, es verdad, pero si hemos compartido la vida con un perro o un gato hay al menos tres cosas que solemos tener claras: que nos conocen a la perfección, que tienen un nivel de sabiduría al que no siempre accedemos y que (por suerte) nos continúan eligiendo como parte de su grupo de preferencia.
Little Miss Sunshine y El método Kominsky son dos cosas que volvería a ver en cualquier momento, cuyo nexo es Alan Arkin, quien murió hace un par de días. En la película, en especial, su personaje es un viejo maravilloso que dista mucho de ser un abuelo ejemplar pero terminás amando, como a todos los personajes de ese mundo disfuncional y caótico.
0900Marie, recomendando películas de 2006 para no encarar la corrección de pruebas de 2023.
Buenas tardes.