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Channel: Hojas de Arbolito
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Se(p)tiembre 2020

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Viernes, siete y algo de la noche. Iba llegando a la Plaza Libertad cuando alguien me tocó el brazo.
_ Sabía que te iba a encontrar acá.
_ Sí, yo también andaba viendo dónde estabas.

Siempre nos vemos sin previo acuerdo. No hablábamos desde hacía unos días, cuando me pasó un mensaje el día de la muerte de su madre. Le digo que se lo conté a mi vieja, que comentó que Gladys debía tener más de noventa porque era mucho mayor que ella, pero en verdad solo le llevaba cuatro años. Sutiles formas de escapar a la idea de la muerte.

Estábamos caminando entre la gente y charlando de historias de ahora y de siempre cuando una figura joven y esbelta se separa de la multitud y viene a darme un abrazo. Las presento:
_Mariana, una ex alumna que ahora es profesora de Literatura. Rosario, que fue mi maestra.
Conectando los ciclos, la militancia y los afectos. No hay otro camino para resistir tiempos oscuros.

Me presenta a unas personas que se conocieron en la cárcel. Les dice que yo era su prima y fui su alumna, pero ahora somos amigas. Me encanta el cambio de nivel. Escucho historias. Una señora veterana que se va a ir amaga a saludarme con la mano o con el codo pero de repente se arrepiente y termina dándome un gran abrazo. Aparece el hijo de Rosario, que anda con un amigo, cada uno con su bici al costado. Es un muchacho alto y luminoso. Luminoso como ella, alto como otros de la familia, porque Charito siempre fue re petisa. Saludo a un vecino de mi cooperativa y a una profesora que conozco de un colegio. Un flaco alto y barbudo ofrece un diario a voluntad y los dos charlan un rato de Líber Arce, porque ella fue maestra de su sobrino. Hablamos de los libros de la dictadura, de los panfletos plagados de mentiras y de cómo hubo que deshacerse de ellos una vez que volvimos a la democracia.

Poco a poco la concentración empieza a ralear. Cuando quedan muy pocas personas, ya pasadas las ocho, un canal de televisión filma una nota. Yo tengo que hacer tiempo para un encuentro más tarde, así que caminamos despacio hasta la parada del IAVA, que por alguna razón es donde empiezan y terminan la mayoría de mis salidas. Ella ya ha caminado ocho quilómetros en el día y no parece cansada. No debe tener más de ocho o diez años de diferencia conmigo. Me pasa la dirección de un merendero donde ir a llevar algunas cosas de comida que todavía tengo en casa por aquello de los libros, y se sube al 103.

Por suerte tengo muchas personas queridas en esta vida. Ella es de las imprescindibles.




Viernes de voces

_Era a fines de los 80´. Se había armado un grupo de entrenamiento guerrillero para ir a El Salvador y yo me quise meter pero mi viejo me dijo que eso era muy raro, que la guerrilla no se hace así, a la vista de todos. Un mes después los metieron en cana: al grupo lo había organizado un milico, y cuando tuvo a varios identificados los mandó para adentro.

_Con una amiga que es psicoterapeuta estamos trabajando con varias personas que desde que empezó la pandemia no se animan a salir de su casa. Esta situación agudizó las problemáticas relacionadas con el miedo: sienten que el único lugar en el que pueden estar tranquilas es entre cuatro paredes.


_Ella cayó presa con el marido. Tenían un hijo chiquito, que por suerte se lo pudieron quedar los abuelos. De él le dijeron que se había escapado, pero no era verdad. Es uno de los desaparecidos.

_Ya era hora de que alguien escrachara a ese hijo de puta. Nosotras ya lo habíamos denunciado hace años, pero lo máximo que logramos fue que le aceleraran la jubilación para sacarlo del medio.

_Un día vino un milico a casa a avisar que a mi hermano lo iban a venir a buscar, y él se fue ahí mismo para Buenos Aires. A los dos años una madrugada escuchamos golpear la puerta y dijimos: “otro allanamiento”, pero no: era él, que había venido por un día porque quería ir a las Llamadas. Y fuimos.

_Ese año estaba tan cansada que al final decidí que por una vez en la vida iba a hacer un crucero corto, que iba desde Río a unas playas del Norte. Apenas subí apareció un grupo como de 40 maestras argentinas jubiladas que veían con todas las ganas de gritar, bailar y disfrazarse. Nunca más un crucero.

_Se fue a vivir con una gurisa casi cuarenta años más chica, y yo me quedé con el nene, que tenía unos meses. “Andá a saber si es mío”, me dijo, y hasta le hizo un ADN. Ahora le pasa plata obligado pero no lo ve, y mi hijo no quiere saber nada con él. La gurisa murió pocos años después. Él se quedó solo.

Cuántas voces puede tener un día, cuántas vidas caben en unas horas. Las voces entran en mi cabeza y se quedan revoloteando por un rato, buscando un lugar donde acomodarse. Algunas no lo encuentran, y se van casi en seguida. Otras se quedan. Yo llego a mi casa a la madrugada, preparo un café y me dispongo a tejerlas en un tapiz, mientras la gata Matilda ronronea de ojos cerrados a mi costado. Ella también debe tener historias para contar.







Ventajas de usar tapabocas:

*Vas con la cara abrigada.
*Nadie ve si bostezás.
*Podés ir cantando de incógnito y si desentonás no se sabe quién fue.
*Si estás hablando con alguien y te sale un gesto de: “pero qué chanta!” no se nota.
*Ahorrás en lápiz de labios.

Desventajas:

*En la clase nunca sabés quién interviene.
*Vas oliendo a tela y dos por tres te cosquillean los hilitos.
*No dan ganas de mirar ni de ser mirado.
*Lo perdés, lo olvidás, lo comprás grande, te marca las orejas, no combina, te empaña los lentes.
*No respirás.

...Pero a veces en las fotos no salís tan mal (sobre todo si las sabés recortar).

#TeamTapabocas

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